viernes, 7 de noviembre de 2008

Leibniz: Él también fue el padre de la criatura

Gottfried Wilhem Leibniz nació en Leipzig en 1646 (exactamente 50 años después de Descartes) y murió en Hannover en 1716.

Leibniz fue un filósofo y matemático alemán hijo de un profesor de filosofía moral en la Universidad de Leipzig que falleció cuando Leibniz era niño. Se trata de un genio precoz ya que con ocho años ya era capaz de escribir poemas en latín, y con doce estudiaba filosofía escolástica, lo que le permitió acceder a la lógica aristotélica.
Se trata de un hombre religioso, un protestante muy cercano al catolicismo que abogaba por la unión de las iglesias.

En 1661 ingresó en la universidad de su ciudad natal para estudiar leyes, y dos años después se trasladó a la Universidad de Jena, donde estudió matemáticas.

Además de filósofo y matemático, fue físico (uno de los grandes), jurista, historiador, incluso, en ocasiones, diplomático (en 1672 fue enviado a París con la misión de disuadir a Luis XIV de su propósito de invadir Alemania; aunque fracasó en la embajada, Leibniz permaneció cinco años en París, donde desarrolló una fecunda labor intelectual).

Entre sus inventos destaca la construcción de una máquina de calcular capaz de realizar las operaciones de multiplicación, división y extracción de raíces cuadradas. ¡Y creíamos que las calculadoras las habían inventado los japoneses hace cuatro días!

Su gran descubrimiento matemático es el Cálculo Infinitesimal, que llamó "Calcul de l'infinement petit", esto es , "Cálculo de lo infinitamente pequeño". Es un descubrimiento que se hizo paralela e independientemente a lo de Newton, que llamó a su descubrimiento Método de las Fluxiones. Por eso podemos afirmar que Leibniz también es el padre de la criatura.

Se trata de una figura extraordinaria: es quizá el último hombre en Europa capaz de "poseer" el universo de las ciencias, después esto no ha sido posible, por la especialización, por el crecimiento de la información... De hecho, actualmente se llega hasta el extremo de que los científicos no conocen la disciplina que profesan, sino que sólo conocen una pequeña parcela de ella. Hay una parcelación del saber que impide la visión universal que posee todavía Leibniz.